octubre 26, 2011

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Brain to Brain Chat.
Habían llegado trastumbándose a la cabaña. Entre besos y abrazos, ambos habían finalmente llegado a la puerta.
-Cerrado. Dijo ella, mientras movía el pestillo. –el sol, mientras era devorado por la montaña de atrás, humedecido por el lago, le infundía un otoñal tinte rojizo a la vieja pared de la cabaña.
-Déjame probar –dijo el, haciendo un movimiento con los hombros, echando el peso a la puerta mientras con una mano la giraba. La puerta cedió ante su peso, como si quisiera ser cómplice. Después de abrir la puerta, el reviso el cerrojo. Estaba intacto. -¿a que esperas? –dijo súbitamente mientras la veía entrar en aquel sitio. El aroma del interior era difícil de discernir. No era rancio, no era maloliente, pero olía a abandono. A maderas viejas. El interior, completamente abandonado. Mientras ella pasaba, el sol y la pañoleta que cargaba en su cintura, jugaron en su contra. La luz jugaba con su figura, acentuando sus caderas, su cintura. Haciéndola una silueta. Pero su sonrisa era grande, y se podía notar, incluso a contraluz.
De pronto ella se lanzo a el. Sus ojos eran una invitación silenciosa. Ella quería sus labios. Sus brazos le abrazaron el cuello, mientras apenas les alcanzo a cerrar la puerta de aquel sitio.
-Esto es ilegal… sabes –dijo el, al tiempo que la abrazaba por la cintura.
-Mucho mejor… me parece –respondió ella, con la boca entrecerrada, mordiéndole el labio. Casi se le cae la maleta que cargaba en la mano. Ya habían visto esa cabañita abandonada a orillas del lago. La vieron desde la primera vez que salieron a caminar y siempre les había atraído hacer el amor en ella. Se había quedado como un deseo frustrado, y aunque esa tarde, el llevaba las herramientas necesarias para violentar el cerrojo, no se había hecho necesario. También llevaban una manta, unas velas, y una buena botella de Chianti, envuelto en una manta para que se mantuviera frió. Ella, odiaba el vino tibio.
Mientras su mano recorría su espalda, en toda su extensión, e incluso en sitios en donde la espalda se volvía nuca, y también se volvía otra cosa, su otra mano le traiciono. Dejo caer la maleta con cierto descuido. Ella, lo empujo a una pared. El sol se colaba por entre los pedazos rotos de un periódico pegado en una ventana, para protegerla, haciendo que la luz se difuminara en todos lados, pero apenas.
Ella le subió los brazos mientras que con sus uñas, arañaba su cuerpo, en una deliciosa y sutil afrenta. El decidió no quedarse inmóvil, desde luego. Abrazándola con fuerza, desde la pared en donde estaba, la llevo a la esquina de ese cuarto desprovisto de muebles, teniendo cuidado, claro, de no toparse con la inquilina de una telaraña. Después de ver esto, la llevo a la esquina con firmeza, y con cuidado. Sus ojos, siempre fijos en los de ella. Se acerco a su boca, pero no la beso. Sus labios apenas se rozaron. Le gruño, lleno de deseo, lleno de la angustia por poseerla. Se poso en su cuello, mientras sus manos la atraían, por la cintura hacia el, y su boca, derivaba por su cuello, por sus hombros. Sin que ella se percatase, o quizás, ella ignorándolo a propósito, el logro destrabar la parte superior de su traje de baño. Sus manos derivaban cuidadosas, leves, como si sus dedos de pronto fuesen plumas acariciando su piel recién expuesta.
Adrift and at peace, sonaba en la cabeza de ambos. Ella, acariciaba su nuca, la parte de atrás de su cabeza, al tiempo que sus dientes y su lengua sentían la sal de su piel. La aorta brincaba rápidamente. Un suspiro indeterminable fue proferido por ambos. De pronto la habitación se torno mas oscura, así que el en un rápido movimiento casi de prestidigitación, encendió las velas, y puso la manta en el suelo. La botella les esperaba para después. Ella lo acerco a sus labios… necesitaba un beso. Pero no pudo dárselo. Tan pronto como sus ojos expectantes se hicieron en los de el, ella se quedo en silencio, y desapareció. El se quedo absolutamente solo en aquel sitio, de pronto, como si ella se hubiese evaporado. De cierta forma así había sido. En sus ojos, las letras blancas aparecieron de pronto.

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-Mierda… dijo.

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