julio 14, 2019

Regalo.


Regalo.

Que poco he pensado en mi afán de conocerte,
Que poco a poco, me acecha el paso la vieja muerte.
Me persigue como mi sombra en el ocaso
Fundiéndose más con la oscuridad inminente.
Y me he pensado yo, quizás ingenuamente,
Una última batalla, antes que llegue la muerte.

Y se me llena la cabeza de imágenes precisas,
De pieles intactas,
De labios infranqueables,
De lenguas regodeadas de sabores inimaginables,
De aromas imprecisos pero apetecibles,
De siluetas al vespertinas, más que de matices definidos.

Me doy cuenta que Cervantes no era un tonto,
A un Quijote describió lleno de ilusiones,
Persiguiendo a una Dulcinea sin vacilaciones
Contra los gigantes inamovibles,
Autoengaños impasibles
De su mente atormentada.

Es por eso que creo pertinente,
Cortar mis perdidas y salvar lo  remanente,
Pues no tengo vida suficiente para gastar en un anhelo,
Una isla que no veo en el espejuelo,
Mas se que temprano se aproxima la marejada.
Y ni siquiera el sabor del mar me da consuelo.

Es por esto este regalo.
Una bagatela, una insignificancia.
Que tiene mi dirección en la distancia,
Por si alguna vez tienes un día malo.

Guárdalo en tu estancia, o quémalo en la hoguera,
Escóndelo, rielo, u obséquialo a cualquiera.
No seré responsable de su fracaso,
Mas si aun llegando al ocaso
Aun no decides que ha de ser de su destino,
No te ocupes de mi camino,
Me habré ido en la distancia.

Mas si cambias de impresión,
Te arrepientes de las cenizas,
O de esta nota en tu repisa,
Quédate con el consuelo
De un mapa como anzuelo
Que de dejo en la cornisa
Con el equis sobre mi anhelo.