diciembre 02, 2012

Del arte y del creador.


"Delante de la pantalla, las letras se me amotinan. Realmente no puedo decir que son mías, porque aunque las estoy ordenando, algunas ideas no son enteramente mías. No son plagiadas, ni prestadas. Pero definitivamente debo admitir que no son mías. Son obra y arte de algunos otros, algunos que me inspiran, y algunas veces, la inspiración y el plagio se confunden”.
Suele sucederme esto, cuando intento escribir.
 No sé si esto sea una sinergia o una simbiosis. Antes de entrar en lo profundo, definamos algunos términos. Creador, es el que crea. Sea lo que sea, sale de él. (El termino él se usa acá, sin acepción de género, exceptuando para definir el sexo del tiempo de la palabra. Ej.: Él creador. La creación) El observador, es la persona o personas que observan la obra y su contenido.
Tanto creador como observador, obtienen una ganancia. El creador, obtiene lo que busca de su creación, sea purgar una emoción, comunicar una idea, llamar la atención, generar sentimientos en los demás, incluso disparar una aceptación por sus propios intereses, hallar lugares en común con los observadores, o simplemente comunicarle al mundo que, aunque arquetípicamente su visión sea la común, el posee una forma peculiar de articular la misma.
Por otro lado, tenemos al observador de la obra. El observador puede o no, sentirse identificado con ella, puede aburrirse de la misma, puede no encontrar el mensaje “escondido” o simplemente puede sentir que no siente nada con la obra. O por el contrario, puede hallarse completamente de acuerdo con la creación, puede identificarse con el mensaje, casi como si fuese parte inadvertida del mismo, puede inspirarse  y puede a la vez, volverse creador. Lo mismo que el creador, a la vez, puede cambiar su paradigma activo y volverse observador. Así que son ambos, seres que cambian. Un ballet metamórfico en donde de un estado pasivo se muta a uno activo.
De las muchas sutilezas que existen entre creadores y observadores, me viene a la mente una que justamente ahora, me hace cuestionarme algunas cosas. Y es, como lo dije desde el principio, la relación entre creador y observador. Es una sinergia, o una simbiosis. ¿Sera que se crea para que se observe, o será que por el contrario, el observador tiene una vorágine que el creador, de forma innata, desea suplir? ¿Sera incluso que el paradigma esta errado desde un principio y no existe tal separación entre creador y observador, sino que son ambos seres, que existen en todos, dentro de una misma mente? ¿Sera que algunos se callan su deseo a crear por miedo al rechazo casi unánime, al fracaso económico, o al miedo de verse despojando a una idea de la privacidad de su mente, así, lanzándola a un mundo hostil, en donde seguramente será disecada por la taxidermia del imparable tren de la crítica?
Pero mientras que una postura, la del creador y observador como dos partes del mismo paradigma que nos engloba como humanos, es la más obvia, también está la otra postura en donde tenemos un papel bien definido. O se crea, o se observa. No he tenido la desdicha de no conocer,  (un doble negativo adrede, aclarando)  a alguien que de alguna forma no cree nada, que todo lo que expele, sea generado por otro ente. Todos crean en su forma más pura. Pero a la vez, nunca he tenido la dicha, ni siquiera ante el espejo de decir que nunca he sentido inspiración y hasta un toque de sana envidia, por las creaciones de algunos. De los inmortales que jamás conoceré, puedo mencionar, a Márquez, a Borges, Asturias… en fin. Me detendré acá. También tengo el gusto de conocer a muchos escritores noveles, a los cuales, ya mencionare un poco más, cuando mas vaya conociendo sus letras, pero sépanse apreciados, y sepan que tienen un lugar en el panteón de mis letras.
Y la letra inspira. Causa envidia, en algunos, (y aunque suene a la estratagema de “miren para otro lado”, quiero puntualizar que en esto estoy siendo bien honesto) cuando no se posee el grado de éxito que otros han tenido. En mi caso, cáusame envidia, cuando veo que no obtengo el grado de pureza de algunos de los que admiro. (Nota, hare un apartado  para explicar mi concepto personal de envidia, que pelea con el de la RAE). La letra inspira. La letra es alimento para el alma del que quiere crear, del que sueña con sueños ajenos y quiere plasmar su propia visión del mismo. Y mientras algunos autores están de acuerdo con los mal llamados “Trabajos derivativos” algunos otros están totalmente en contra, pues lo consideran plagio. Algunos consideran que es honorable y hasta halagador que se creen obras inspiradas por ellos, pero algunos otros, lo aborrecen como quien les quita el pan de la boca.
Y es que hay de inspiraciones a plagios. Decir que una obra es mía, cuando lo único que he cambiado es el “Verbiage”  de la misma, pero conserva todos los pormenores o al menos, los principales de la misma, casi en el mismo orden, o delineando el mismo concepto, es claramente un plagio. No hubo inspiración acá. Pero por otro lado, decir que plagio es el que existan obras que se derivan de la tuya, me parece también moralmente cuestionable. ¿En dónde está la línea, si es que existe entre el plagio y la inspiración, y en donde queda la relación creador – observador en esta silueta obtusa de la coexistencia humana? ¿Somos incapaces de dejar que otro comparta la idea que nosotros implantamos en su mente, quizás por no saber que la semilla caería en su terreno fértil, más que en el árido?
Con todas las cosas considerables acá, creo que la responsabilidad de definirse plagiario o simplemente inspirado, recae en la consciencia y la moral de cada uno de los observadores con preñez de ideas. No existe un lineamiento y creo, no puede existir, pues sería inútil al aplicárselo al plagiario, pero castrante al aplicarlo al inspirado.
Y sobre la necesidad del creador de crear, del observador de alimentarse de la creación, y de la relación entre ambos, por desgracia, debo decepcionarles diciendo que no puedo llegar a una conclusión definitiva. Sería inapropiado indicarles que deben pensar. Pero me inclino a creer, que es una simbiosis. El creador necesita alguien que se alimente de su arte, como los pezones lactantes. Rebosan de algo, (llamado acá, creación) y ese algo pide ser consumido. Absorbido y reconvertido en algo más, algo que retroalimente al creador. No es cuestión de satisfacer caprichos, (que para eso está el marketing) sino de crear. Y no es cuestión de apoyar al artista, sino realmente empaparse de su obra. Contemplar una pintura por diez segundos a menudo no basta para realmente aspirarla. Leer un libro una única vez, a veces no es suficiente para sabérselo bien. Leer un poema, es únicamente absorber la esencia mas breve del mismo, sin saber que existen los entrelineas y que el autor, quizás las dejo allí escondidas para una mirada un poco menos pudorosa, pero más indiscreta.
Así que dejo este  mi concepto, sobre el creador y la creación. Pienso que son una simbiosis, pues un organismo dependerá inevitablemente del otro, mientras que en una sinergia, no necesariamente se desbarata el sistema si alguna de las dos partes necesariamente cesa su actividad.

¡Arrevouir, y gracias por leer! 

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