El exilio.
Cuando me
exilie de tu mirada
En mi
cabaña inconclusa
La herida
de tu ausencia desalmada
De tu
partida, la excusa.
“No querías
ser mi musa”
No me
darias tu inspiración.
Y te
fuiste, ilusa.
A tu camino
de salvación.
No me
dejaste explicarte nada. No aceptaste ni una palabra.
Me habías transformado
en un siniestro indefinible, indefinido.
Nunca me
cediste un cuartel, sin perdonarme o sin comprenderme, de un pecado tan
insignificante
Que ni una
flor se marchita, ni una abeja se sacrifica. Ni un pelo se desprende.
Pero te
fuiste y me exiliaste de tu mirada.
Me someti a
mi destino, acepte mi derrota. Llego a mi la certeza de que eras ciega. Era asi
como podía comprender tu incertidumbre, tu miedo. Era una mentira, desde luego,
una que me contaba a mi mismo para no enfrentarme con el desatino.
Clamas por
un amor y lo escupiste.
Pediste comprensión
que nunca diste.
Mataste al
perro que te cuidaba.
Estas eran
las verdades que me negué a ver, para no manchar tu imagen, para dejar la
puerta abierta. Para ser lo que no fuiste conmigo.
Ahora que
te divertiste.
Ya que hasta
ahora volviste.
Me vienes a
culpar de tu falta de destreza.
En explicar
tu tibieza
Reclamando
por lo que huiste.
Ni siquiera
me dejaste conservar un buen recuerdo.
Yo ya me había
despedido.
Había dado
todo por muerto, por perdido.
Con la
nostalgia de un desaparecido
Y como un
perro con rasquiña, me remuerdo.
Lo mataste
todo, no me ni el recuerdo, nada. Ni siquiera de lo mio, ni siquiera lo que
hice.
Ni siquiera
el espejismo que te construi y en el cual dormiste.
Ni siquiera
tus ojos negros o la tibieza de tu mirada.
De ti, no
me quedo absolutamente nada.
Solo para
quemar lo poco bello volviste.
Buscar mi
hogar en tu piel fue mi pecado, fue lo que quise.
Recordarme
de tu tacto.
Tu calor.
Tu ternura.
Ni siquiera
eso me queda.
Lo amurallaste detrás de mi amargura.
Vete y no
me atormentes. No seas como el cuervo.
Busca en
otro lado. Ya no puedo ser tu verbo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario